El Peñón

La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural.

Federico Fellini


El tiempo pasa como la piedra que llega de la mano al vidrio... volando. Pasó incluso nuestro cumpleaños y ni una torta de granito nos hicimos.

Hemos vuelto como el desborde de una montaña con piedras nuevas y más pesadas, asegurando que se nos vienen encima, no sólo las tan sonadas elecciones sino actualizaciones más regulares y menos telarañas de abandono para nuestro querido espacio piedrístico.

Gracias a todos por su (des)espera(ción) y esperamos que este cargamento de escritos sea de su agrado. o que por lo menos sea un chichón para su cabeza.

Las venideras elecciones están hasta en la sopa... y como no, en Tiralapiedra! así que lean y voten por su candidato favorito lanzando una piedra, pero no al monitor por favor, recuerden que es una metáfora.

ACLARATORIA:

En Tiralapiedra queremos negar rotundamente cualquier tipo de conexión real, espiritual, ética, virtual o moral con los grupos subversivos que toman la tiradera de piedras como su actividad principal, así como cualquier tipo de relación con la droga llamada Piedra, así como cualquier nexo con el extinto partido del Conde del Guácharo, así como cualquier unión con la antiquísima Piedra de Rosetta.

De igual manera no nos haremos responsables por corazones, egos y vidrios rotos en la existencia de esta publicación virtual.

Les aseguramos nuestros contenidos tienen un índice de 0.0001% de trascendentalidad para sus vidas. Por tanto serán de beneficio para su salud mental.

Gracias por su visita (sea voluntaria o accidental) de parte del equipo de piedreros: oMar-Mota y Vickys-Térica


Marimar por Moymoy Palaboy

Haz click en Renny para ocultar

Rolando Ibáñez: El último pirata

Pasadas las primeras luces del día se encontraba navegando tranquilamente la estrechez de la Avenida Bolívar el señor Rolando Ibáñez a bordo de su chalana del setentaiuno. De él sólo se puede deducir apenas su origen español gracias a su marcado "azento". La edad incluso es indefinible, su colección de arrugas y la incipiente calva bajo su bandana negra llena de cabellos canosos contrastan con la energía de sus movimientos al volante y sus palabras.

Tomó su ruta inicial favorita, pues allí siempre se puede encontrar uno con un naúfrago en apuros. Pero para su agradable sorpresa, halló a lo lejos una damisela que lo llamaba insistentemente, agitando su mano para arriba y para abajo. Sonríe sin pena porque llevaba mucho tiempo que no auxiliaba a una joven, y sobre todo tan buenmoza. Ella mantuvo su rostro expectante en el acostumbrado momento de chequear al conductor y conocer la tarifa: "¿cuánto por una carrera hasta El Cafetal?".

"¿Qué cuánto? ¡Por favor bella damisela! No se ofenda preguntando eso, yo llevo a vuestra merced a donde pida sin nada a cambio" respondió. Fue imposible ocultar la cara de extrañamiento por esas palabras, pero tratándose de un señor en apariencia tan amable es creíble, hasta cierto punto. Utilizó ambas manos para sujetar y poder abrir la puerta, corroidísima y que hace dudar si su color es marrón o sólo se trata del óxido. Entró a sentarse, o más bien, a hundirse en el amplio asiento trasero de imitación de terciopelo que le permite una mirada muy baja y casi panorámica del camino, si ésta no fuera obstruida por un perico de plástico que adorna todo el centro el tablero, un poco atípico porque no se ubica ninguna estampita religiosa o fotos de familiares.


La travesía comienza con total calma, entre otras cosas por no ir las velocidades astronómicas acostumbrados por los demás taxistas y porque Rolando ni siquiera sabe qué es un radio-reproductor; termina con el silencio intentando amenizar el ambiente con una conversación. Contó que de todas las almas que observó, la escogió a ella para evitar que fuera víctima de las pirañas del trópico que abundan por aquí, que hace tiempo le había cobrado a un intendente quince doblones por llevarlo a El Cafetal, pero era tan avaro que discutieron casi a golpes, que en su juventud aquella zona fue muy disputada por los corsarios y piratas que atracaban con tal de saquear buenos botines, hasta que poco a poco se fueron retirando de esas andanzas y actualmente no conoce a otro como él.

No había terminado de mostrarle con orgullo su cicatriz al final de la mejilla izquierda, cuando la chica huyó sin explicaciones.

Creyendo que quizás se bajó para recojer algo caído o por algún percance la esperó. Pero después de cinco minutos era obvio que prefería ser tragada viva por las supuestas pirañas que seguir escuchando al desconsolado Ibáñez. Terminó de relatar su biografía a Tomás, su fiel perico, que a diferencia de otros que había visto, después de oírlo por tanto tiempo no alcanzaba a repetir ni una sola palabra, sólo se movía agradablemente de adelante hacia atrás.

Atraviesa este episodio y la avenida en la espera de alguna persona que posiblemente, como él, esté en busca de esas aventuras de antaño. Se encontraba cruzando lentamente la avenida Colón, oscura de noche y de día.

Aquella melancolía que lo movía a apenas cinco kilómetros por hora en esa vía de alta circulación se rompe cuando un atrevido se lanzó contra su vidrio, quedando pegado o aplastado en el. Replicó al instante Ibáñez que cómo osaba plantarse así frente a su nave, que podía haber muerto, que no sabe con quién se mete hasta que el joven, de respiración alterada y ojos inquietos le pide una carrera hasta Sabana Grande. Fue realmente sorpresiva la situación para ambos, y sólo pasados pocos minutos aceptó llegar hasta allá, que queda cerca.

Sin necesidad de decirlo, se sentía un nerviosismo dentro del Dodge que permitía saber cosas como que por ejemplo, el caucho delantero derecho estaría a punto de fallar. Es cuando recordó que en este caso no hay doncella en apuros, así que debe acordar el precio. Al parecer se notó que Ibáñez iba a hablar de eso, porque simultáneamente mientras lo dijo, el otro contestó: "Quédate tranquilo... que cuando lleguemos te pago quince". Y tranquilo se quedó.

Creyó además conveniente hacer como Tomás y callar hasta dejar en su destino al joven, cuya sombría cara angular sólo parecía estar conformada por un par de cejas fruncidas y un candado no cerrado; la experiencia en los siete mares le dijo que esas personas no son para hacer amistades. Pero se le hizo difícil contener una explosión de alegría prácticamente infantil cuando vio en su hombro izquiero un tatuaje propio de los piratas: Un corazón atravesado por un puñal y debajo una gran cinta desgastada con el nombre de su amante.

Se emocionó mucho, tanto que dejó de prestar atención a la vía para preguntar con una timidez extrema: "¿Vuestra amada se llama Wiyuleisy, verdad? ¿La dejaste en algún puerto, bribón?"

No había transcurrido mucho tiempo de la carrera cuando aquel mal aspecto se hartó como si hubiera tenido que escucharlo por una hora... Quizá era de las personas que no soportan la bondad en ninguna de sus formas. Le gritó insultándole por no mirar hacia la calle, produciendo un instante de confusión en ambos que concluyó con un choque. El parachoques, sostenido con sus respectivos alambres impactó contra un camión-jaula de la policía, cuyos agentes encargados tuvieron que dejar de almorzar sus "con todo" para atender el show armado en pleno Sabana Grande. ¿Y a quién no le molesta que le impidan comer? Por eso, el agente Serra y el agente Cubillán no dudaron en poner la peor cara de su repertorio para interrogar a los que estaban dentro de la chalana: "Buenas tardes, ciudadano, acaba de cometer un grave delito ¿oyó?"

Rolando Ibáñez se mantuvo tranquilo en medio de esa improvisada declaratoria, incluso a pesar de que logró entender en qué situación se encontraba con bastante retraso. Él asintió con la cabeza solamente. En cambio, el copiloto se estaba evaporando de la fuerte sudoración efecto de estar rodeado de pacos.

Siguen preguntando tras la falta de una respuesta satisfactoria: "¿Señor, su licencia y papeles? ¿A qué asociación de transportistas pertenece?"

A Ibáñez le hablaban en mandarín al parecer, lamentablemente su viejo amigo Marco Polo no se encontraba para ayudarle en esos inconvenientes lingüísticos. Con una gran sonrisa del inocente temerario dijo que no pertenece a nada ni a nadie, que desde que tiene uso de conciencia fue, es y será un pirata libre de compromisos y ávido de nuevos mares. "¿Qué? Me hacen el favor y se me bajan del taxi" fue lo que contestó el agente Cubillán que no entendió para nada al señor y ya se estaba cansando un poco de ser decente, quería un poco de acción esa tarde. Tras la orden bajan y se alinean extrañados, pero nada como la cara pasmada del copiloto que no despegaba la mirada del asfalto.

El agente Serra contuvo la risa cuando vio al conductor de la chalana: despistado, relajado, huesudo y un poco arrugado, con lentes rayadísimos, vistiendo pantalones dudosamente beige y una franela ahuecada negra con una calavera y dos fémures, cual bandera pirata. Pero su atención se fue directo a un extraño bolso que resaltaba dentro de la franelilla de Yonaiker Fernando Pérez Pérez, fugado de la Planta que hace una hora asaltó a un transeunte que iba a depositar sus ahorros en el banco. Todo se disparó cuando el policía preguntó: "Epa chamo, ¿Qué tienes ahí?"

Yonaiker tomó del cuello a Rolando mientras le apuntaba la pistola a su cien y caminaba hacia atrás amenazando: "¡Quietos o quiebro al taxista! ¡Lo que yo atraqué naiden me lo va a quitar!". Segundos de pánico en los alrededores de la entrada a Sabana Grande precedieron a la alegría de Ibáñez. Llevaba tiempo que no escuchaba a alguien defendiendo su embarque con tanta gallardía, a él lo estaba secuestrando uno de los suyos. Los policías retroceden hasta ubicarse detrás del taxi y preparan sus armas para comerzar el show que no esperaban, pero que tanto anhelaban.

Precisamente, para darle continuidad al espectáculo, el agente Serra gritó a fin de que todos oyeran que mejor se rindiera y dejara lo robado en el suelo antes de que suceda un "hecho lamentable". El resto ya lo conocen ustedes, hasta aquí tienen el resumen del reporte policial del taxista secuestrado. Tiene algunos agregados personales, pero no miento en nada. Ya es la hora de almorzar, y esto no me lo pierdo por nada mi jefe y señores comisarios, hasta luego.

...

¡Ay Tomás, si estuvieras aquí para contarte todo lo que me pasó! De haber sabido mi destino te hubiera puesto con orgullo en mi hombro derecho, como se debe. Pero me aferro a tu precioso recuerdo para que te enteres de la aventura que viví. ¡Volví a mis viejas glorias Tomás!

A nuestra embarcación se subió sin que lo notaramos uno de nosotros, pirata de pocos mares, pero pirata al fin. Cargaba un botín pesado en su ropaje y huía de la Armada que nos venía siguiendo hasta que nos rodeó sin que pudiésemos hacer nada. Una vez que me enteré de la identidad del que transportaba me envalentoné y le dí todo mi apoyo. Contábamos con mi navaja y su arcabuz; ellos con sus roídos cañones nos amenazaban constantemente con accionarlos. Un ruido distante que cada vez se oía más cercano me sorprendió. Era una pequeña lancha tripulada por Wiyuleisy, la amada del joven pirata que venía a su rescate. Tengo que confesar que fue muy extraño ver a una damisela sacando del apuro al caballero, pero esos segundos de vida o muerte no son para pensar estas cosas.

Comúnmente en la vida pirata es casi una costumbre estar sólo no por voluntad sino por el miedo de los demás. Claro Tomás, somos intrépidos, hacemos lo que queremos, desconocemos reglas y regamos amores por los siete mares, ¿quién no nos puede temer?

Sonaron los primeros cañonazos de la Armada, que curiosamente se dirigieron a cualquier dirección, menos a donde estábamos. Quizá querían amedrentarnos, pero qué va. Aunque no sería mala idea huir completos y disfrutar el botín con los nuevos amigos... Si me hubieran cedido un espacio en la lancha eso hubiera sido posible. Alegaron que ellos irían a guardar el botín a una guarida, que después vendrían por mí y que mientras tanto me defendiera con el arcabuz.

Hasta hoy no sé que ha ocurrido con ellos, espero que no hayan sufrido daños de las pirañas o peor, de los tiburones. El trópico es muy peligroso y sorprendente.

Regresé al momento del enfrentamiento con la Armada, ahora con una notable desventaja. No le dí importancia y arengué a los enemigos: "¡Cobardes! ¡Quejicas! ¡Vengan a luchar con un pirata auténtico, pero el que lo haga no lo contará! ¡Ahoy!" y así. Conjuntamente sacudía mis armas con la firme predisposición de usarlas en su contra. Sólo que accidentalmete un proyectil del arcabuz se escapó perjudicando a mi propia nave... ¿no sentiste en ese momento un temblor? si lo llegaste a sentir, ya sabes a qué se debió. Ese disparo afectó a nuestra nave y además sirvió de señal a los cañones contrarios para empezar la batalla.

Describirte aquel momento me es difícil querido Tomás. Sólo alcanzo a recordar la alegría que me dominó por completo mientra los enfrentaba. De seguro mantenía la sonrisa más grande posible pues hacía muchos años que no me divertía de esta manera, como los grandes, como Barba Negra, como Christopher Condent o Francis Drake. En no mucho tiempo, una bala de los cañones enemigos llegó a rozar mi hombro derecho e hizo que cayera al mar. No sé nadar, me tuve que esforzar para poder flotar... ¡No les puedo ceder el placer de haberme matado!

En esa lucha por sobrevivir me ayudaron un par de señores, desconozco de dónde diablos vinieron con tal rapidez pero aún les agradezco el gesto. Después de ser transportado en un amplio y muy limpio galeón blanco llegué a este hospital psiquiátrico absuelto del robo constantemente comentado por la prensa y la televisión. Y aunque ya me encuentro recuperado de aquello que me afectaba la cordura, no me puedo ir sin antes aventurarme con Clarissa, la bellísima mujer que me tocó como enfermera ¿Verdad que es bella Tomás?

1 comentario:

Leonardo dijo...

shasho diganleaeste quehable en cristiano!
jajaja, bueno bueno, como siempre. Aun debo mi piedra, cuando la consiga en el arenal la mando jijiji