Gracias por el favor
Como todos saben, soy adicta al pensamiento (mayoritariamente inútil) y las disertaciones intrascendentales, por lo que, aquí les dejo esta serie de pensamientos filosóficos, astrológicos, psicológicos... demagógicos. Saludos!
Sentada en un autobús camino a mi casa observé una situación que me llevó a escribir estas disertaciones. Con la mente en otro lado y la mirada fijada entre el parabrisas del vehículo y el tubo del que se sujetan los pasajeros, noté como una mujer (de unos 32 años y vestimenta informal) se subía dificultosamente al transporte público a causa de una gran bolsa que acarreaba en su otra mano. Raudo y veloz (al igual que mi sorpresa) observé como un caballero se levantaba de su asiento con una amplia sonrisa cediéndole ese asiento "privilegiado" a la antes mencionada joven. Por la manera en la que sonrieron, cualquiera podría fácilmente deducir que entre ellos había algo, y de no ser así, evidentemente era algo que ocurriría en cualquier momento.
Lamentablemente, para todo aquel que este pensando que lo que viene es una historia de amor, dolor y bodas, este asunto fortuito (y aparentemente mágico) no es el centro de mi historia, la verdad es que, pensando un poco en la reacción de ambos personajes mi mente comenzó a maquinar preguntas, respuestas y conjeturas, llevándome (para variar) a otra cosa que no guarda mucha relación con la idea principal. El caso es que, este joven cedió su lugar con aparente convicción e incluso con cierto placer, cosa que no es probable observar en esta ciudad llena de "egoístos" y "egoístas", como por supuesto suele suceder en las ciudades "civilizadas", "urbanizadas" o como diría mi querida mafalda, en nuestra "zoociedad"; por lo que deduzco que había alguna otra razón intrínseca y mas acorde con nuestro día a día. Según algunos psicólogos, todos y cada uno de nuestros comportamientos sociales son ejecutados con un interés personal. No se que tan cierto sea esto y a que porcentaje de la población arropa pero el caso es que aquel joven seguramente cedió su puesto para agradarle mas a la chica de la súper bolsa, a si mismo y (¿por qué no?) a alguna otra chica del transporte público.
Ahora bien, imagínense solo por un segundo que pasaría si nuestras buenas acciones fuesen casi inmediatamente resarcidas de forma muy generosa y en un corto lapso de tiempo. Al pensar esto, mi mente, olvidando al caballero, a la joven y a su bolsa (si, las dimensiones de dicho objeto le proporcionan un protagonismo dentro mi historia, convirtiéndola en un personaje importante dentro de la trama, con sus complejidades y necesidades dramáticas) que imponente obstaculizaba el libre tránsito de los pasajeros, para avocarme de lleno en dicho planteamiento y sus muchas consecuencias. Imaginemos por un momento que de este modo se maneja el mundo: Le cedes el asiento a una anciana y a los 10 minutos encuentras una faja de billetes de 20 bsF en el suelo. Un señor ayuda a un invidente a cruzar la avenida y tres cuadras mas adelante una rubia veinteañera le pica el ojo.
Ahora imaginen que le ponemos reglas, supongamos que el nivel del "sacrificio" es directamente proporcional a la recompensa, a mayor sacrificio, mayor bonificación. Es una idea bastante extraña pero podría decirse que quizás sería un mundo mas noble ¿no?. He ahí nuestra disyuntiva ¿sería realmente un mundo mas noble o sencillamente un mundo menos hipócrita? ¿Sería mucho pedir que dentro de las reglas agregásemos otra cláusula?; "Dicha acción debe ser realizada de corazón, sin esperar absolutamente nada a cambio", hmmm, creo que se nos complicaría la cosa ¿como el individuo, a sabiendas de la posible bonificación, realizará la buena acción solo por el simple hecho de ayudar a su prójimo? Creo que esta disyuntiva generaría un corto circuito interno, generando catastróficos efectos secundarios, por lo que, dejaremos solo la regla de la bonificación, omitiendo las disertaciones entre el bien y el mal tan intrínseca al cristianismo y a los asuntos teológicos en general. Por un momento podría pensarse que viviríamos en un mundo más noble, más dadivoso, mas tranquilo. Sin embargo, no contamos con la astucia (¿o debería decir estupidez?) del género humano y su capacidad para convertir un asunto sencillo en materia compleja.
Como lo veo, me imagino nuevamente al señor a punto de ayudar al invidente a cruzar la avenida y de repente, alguien lo toma por el hombro y lo hala hacia atrás, perdiendo éste el equilibrio, mientras en cámara lenta observa como otro hombre, mas joven y ágil toma rápidamente el lugar que pretendía ocupar él. Faltando poco para llegar a su destino, nuestro nuevo caballero es tacleado por otro, que aparece de la nada para robarse el show, mientras el primer hombre se levanta y lo intenta de nuevo. A todas estas, el señor invidente logró cruzar la calle y se dirige a su vehículo sin reparar en el alborto que ha causado su estado de “limitación física”. Queda establecido que con esta nueva ley, el mundo no sería mas justo, ni mas noble, pero lo que si queda claro es que sería un lugar mas gracioso en el que vivir, donde las ancianas no solo obtendrán puesto en todo sitio público al que se dirijan, sino que probablemente espectáculos gratis en el que mucha gente literalmente “se matará” por ayudarla.
Lamentablemente, para todo aquel que este pensando que lo que viene es una historia de amor, dolor y bodas, este asunto fortuito (y aparentemente mágico) no es el centro de mi historia, la verdad es que, pensando un poco en la reacción de ambos personajes mi mente comenzó a maquinar preguntas, respuestas y conjeturas, llevándome (para variar) a otra cosa que no guarda mucha relación con la idea principal. El caso es que, este joven cedió su lugar con aparente convicción e incluso con cierto placer, cosa que no es probable observar en esta ciudad llena de "egoístos" y "egoístas", como por supuesto suele suceder en las ciudades "civilizadas", "urbanizadas" o como diría mi querida mafalda, en nuestra "zoociedad"; por lo que deduzco que había alguna otra razón intrínseca y mas acorde con nuestro día a día. Según algunos psicólogos, todos y cada uno de nuestros comportamientos sociales son ejecutados con un interés personal. No se que tan cierto sea esto y a que porcentaje de la población arropa pero el caso es que aquel joven seguramente cedió su puesto para agradarle mas a la chica de la súper bolsa, a si mismo y (¿por qué no?) a alguna otra chica del transporte público.
Ahora bien, imagínense solo por un segundo que pasaría si nuestras buenas acciones fuesen casi inmediatamente resarcidas de forma muy generosa y en un corto lapso de tiempo. Al pensar esto, mi mente, olvidando al caballero, a la joven y a su bolsa (si, las dimensiones de dicho objeto le proporcionan un protagonismo dentro mi historia, convirtiéndola en un personaje importante dentro de la trama, con sus complejidades y necesidades dramáticas) que imponente obstaculizaba el libre tránsito de los pasajeros, para avocarme de lleno en dicho planteamiento y sus muchas consecuencias. Imaginemos por un momento que de este modo se maneja el mundo: Le cedes el asiento a una anciana y a los 10 minutos encuentras una faja de billetes de 20 bsF en el suelo. Un señor ayuda a un invidente a cruzar la avenida y tres cuadras mas adelante una rubia veinteañera le pica el ojo.
Ahora imaginen que le ponemos reglas, supongamos que el nivel del "sacrificio" es directamente proporcional a la recompensa, a mayor sacrificio, mayor bonificación. Es una idea bastante extraña pero podría decirse que quizás sería un mundo mas noble ¿no?. He ahí nuestra disyuntiva ¿sería realmente un mundo mas noble o sencillamente un mundo menos hipócrita? ¿Sería mucho pedir que dentro de las reglas agregásemos otra cláusula?; "Dicha acción debe ser realizada de corazón, sin esperar absolutamente nada a cambio", hmmm, creo que se nos complicaría la cosa ¿como el individuo, a sabiendas de la posible bonificación, realizará la buena acción solo por el simple hecho de ayudar a su prójimo? Creo que esta disyuntiva generaría un corto circuito interno, generando catastróficos efectos secundarios, por lo que, dejaremos solo la regla de la bonificación, omitiendo las disertaciones entre el bien y el mal tan intrínseca al cristianismo y a los asuntos teológicos en general. Por un momento podría pensarse que viviríamos en un mundo más noble, más dadivoso, mas tranquilo. Sin embargo, no contamos con la astucia (¿o debería decir estupidez?) del género humano y su capacidad para convertir un asunto sencillo en materia compleja.
Como lo veo, me imagino nuevamente al señor a punto de ayudar al invidente a cruzar la avenida y de repente, alguien lo toma por el hombro y lo hala hacia atrás, perdiendo éste el equilibrio, mientras en cámara lenta observa como otro hombre, mas joven y ágil toma rápidamente el lugar que pretendía ocupar él. Faltando poco para llegar a su destino, nuestro nuevo caballero es tacleado por otro, que aparece de la nada para robarse el show, mientras el primer hombre se levanta y lo intenta de nuevo. A todas estas, el señor invidente logró cruzar la calle y se dirige a su vehículo sin reparar en el alborto que ha causado su estado de “limitación física”. Queda establecido que con esta nueva ley, el mundo no sería mas justo, ni mas noble, pero lo que si queda claro es que sería un lugar mas gracioso en el que vivir, donde las ancianas no solo obtendrán puesto en todo sitio público al que se dirijan, sino que probablemente espectáculos gratis en el que mucha gente literalmente “se matará” por ayudarla.